Dos vigilantes del metro de Bilbao fueron apaleados en San Mamés después de impedir que uno de los agresores se abalanzara sobre una chica.
«¡Apoyo en San Mamés. Nos están apaleando!». Txema G. tuvo tiempo de pulsar el botón de la pastilla que lleva enganchada en el pecho del uniforme para pedir ayuda por la emisora. El otro vigilante acababa de ser derribado de un puñetazo y él, al ir a auxiliarle, también terminó en el suelo. «Es muy triste ver a un compañero tirado de un porrazo», confiesa a EL CORREO, aún dolorido por los golpes que le han obligado a coger la baja.
Le tocó trabajar en Nochebuena a partir de la una de la madrugada, cuando se abre el metro en Bilbao. Pero lo peor no fue eso. Cubrían las estaciones de San Mamés y Sarriko, que no están entre las consideradas conflictivas, donde los vigilantes deben ponerse un chaleco antipunzón aunque no sea de su talla.
Estaban a punto de terminar el turno, sobre las 7.40 horas, cuando él y su compañero Aitor, que llevan años trabajando como guardas, los últimos de ellos contratados por la empresa de seguridad Prosegur en el metro de Bilbao, escucharon «unos gritos procedentes del andén 2, que va a Basauri». El más corpulento de ellos, Aitor, se asomó para comprobar lo que ocurría y vio «a un chico muy excitado, gritando a una chica a la que iba a agredir», por lo que se interpuso. «Y todo fue para evitar que una mujer fuera atacada... Se habría caído de espaldas por las escaleras», se duele Txema.
Airado, el joven se dirigió hacia la salida y «dio un golpetazo a las máquinas validadoras. Como nosotros tenemos que proteger las instalaciones, se lo recriminamos», relata el uniformado. Entonces, aquel individuo «se giró y le dio a mi compañero con el puño cerrado en la cara, le partió la dentadura, le abrió una herida en la encía y le derribó con todo lo grande que es». Por puro instinto, Txema sacó la defensa, «que lo tenemos prohibido», y acudió a «dar apoyo» a su colega. Cuando estaba junto a él, «sentí un golpe en la espalda, me tiraron al suelo y me patearon la cabeza». Al caer, se partió el labio y empezó a sangrar: «Estaba como atontado». Sólo recuerda que vio «cuatro zapatillas en el suelo», por lo que en la denuncia que ha interpuesto en la Ertzaintza ha contabilizado entre «dos o tres agresores». Su compañero se levantó para ayudarle y «volvieron a arremeter contra él, le dejaron bloqueado».
Luxación del pulgar
En ese momento, se acercaron unos chavales que, a su juicio, formaban parte del mismo grupo que los agresores: «Me ayudaron a levantar y me dijeron que iban bastante bebidos, que les dejara marchar».
Txema y Aitor subieron por las escaleras hasta la salida, pero no llegaron a alcanzarles. En ese momento, aparecieron sus compañeros para ayudarles, ya que «por la noche los trenes pasan cada veinte minutos». Cuando paró la primera unidad, se desplazaron hasta la base de Bolueta y un encargado les llevó a la mutua de urgencias, donde a Txema le diagnosticaron una luxación en el dedo pulgar, que está «algo astillado», y dos chichones en la cabeza.
La mañana de Navidad, mientras a ellos les atendían en la mutua hubo más peleas. «Encima de que tienen un servicio de metro toda la noche para que puedan salir de juerga, no lo valoran», protesta.Hace siete años sufrió otra agresión, le tuvieron que practicar «cuatro puntos de sutura por un cabezazo». Recientemente, además, han llevado a juicio a un grupo de guitarristas que tienen prohibido tocar en el metro, acusados de «amenazas e intento de agresión». Los insultos son habituales, especialmente por parte de los que «vienen pasados de alcohol los fines de semana, y te los tienes que tragar, no puedes contestar; también del típico gracioso que se cuela delante de tus narices». Los vigilantes se quejan de que «todavía hay gente que no se da cuenta de que estamos para servirles, por lo que piden «concienciación y respeto».
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