Vigilante de seguridad en huelga de hambre para que lo readmitan (Granada).

Un guarda de seguridad de la UGR despedido por la empresa adjudicataria ha iniciado huelga de hambre junto al Hospital Real para pedir que lo readmitan reconociéndole su experiencia y grado de formación.

Manuel Puertas cumplió 45 años el pasado 1 de diciembre y lo hizo iniciando una huelga de hambre indefinida. Este guarda de seguridad, hasta hace poco a cargo del Centro de Transferencia Tecnológica de la Universidad de Granada, situado en la Gran Vía, se ha plantado a la puerta del Hospital Real para reclamar a la empresa que lo ha empleado los últimos cinco años, Casesa, que lo readmita reconociéndole su nivel de formación y la experiencia acumulada.

Puertas alega que durante cuatro de esos cinco años ha ejercido con un contrato de auxiliar de seguridad, algo que implica pasar de un sueldo de mileurista a otro en el salario mínimo interprofesional, de 648 euros, pero también una serie de limitaciones legales: un auxiliar no puede trabajar en solitario, ni vigilar monitores, entre otras funciones que, denuncia, tanto él como otros compañeros ejercieron.

Puerta y otros 16 guardas se quedaron en el paro el pasado 30 de noviembre. Hasta entonces habían alternado contratos de obras y servicios con las empresas Servicas y Casesa, siendo la primera una filial de la segunda. También ejercieron funciones de seguridad privada en el Ayuntamiento de Granada, en Plaza del Carmen. Servicas es, por ejemplo, la empresa que emplea a los revisores de la Línea de Alta Capacidad (LAC), como puede comprobar cualquier pasajero al que le hayan pedido el bonobús.

Mientras atiende a GranadaiMedia, varios compañeros del Centro de Transferencia Tecnologica se acerca a llevar a Puertas un cartel más grande que el que lucía hasta ese momento junto a la fachada del Rectorado -en el que contabiliza los días en los que dice llevar en huelga de hambre-. “Vengo aquí porque los compañeros y la gente me apoya. Si voy al Ayuntamiento o a la puerta de la empresa no me haría caso ni Dios”, explica. “Y denunciar, ¿para qué? ¿Para estar un año esperando lo que decida el juez? ¿Y mientras qué hago?”.

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